Diario de una manuscriptora conversa II
Una vez
convertida a la manuscripción. Disfruto de las libretas, las plumas,
hasta de las disimuladas correcciones, que son menores que cuando escribo en la
computadora.
Será el
ritmo, la concentración; la conciencia de apoyar el útil y trazar los óvalos,
las ligaduras, los travesaños, siguiendo una línea base lo más recta posible,
cada una pone su norma.
Escribir sin
pauta requiere un entrenamiento, aún más si pretendes tratar la página con
pulcritud para no gastar papel en balde.
Imagínate 3000
años atrás, con cálamo y papiro, expuesta tu destreza al límite. Ahí no cabe
error posible. Como una actriz que sale a escena y debe trascender la cuarta
pared para llegar al público, desnuda: no hay escapatoria, no hay claqueta que
valga, un vacío oscuro, devorada por los focos, solo hay esa oportunidad única mediando
entre el aplauso y el fracaso.
Escribir
con determinación, tu mundo, un papiro que rellenar, tu personal papiro. “Tu
caligrafía es única como una huella dactilar, una voz o una pisada”, dice
Sharon Jones en Quemar después de escribir.
Ese es uno
de nuestros principios de la pericia caligráfica: no hay dos escrituras
idénticas, “cada individuo posee una escritura característica que se diferencia
de las demás y que es posible reconocer” (Crepieux-Jamin, 1930).
Cuanto más
integramos en nuestra profesión los medios digitales y nos rodeamos de
periféricos que facilitan nuestro trabajo (no siempre) más aprecio estos
instantes de relax, de la escritura a mano; de la línea continua, la red
neuronal que empuja, a veces a una vagoneta, otras la dispara un Ave.
Escribir a
mano es como subirse a un tren, serpenteando por un paisaje a orillas de tu río
favorito. Vuelves al papel, a las libretas de espiral, a los cuadernos cosidos con
cierto aroma del pasado; tus colegas se ríen de verte sacar un block y un Bic,
una birome.
Pensaba que era una telaraña que nos envuelve a las personas de letras, pero no es así. En las facultades, sin distingos de letras o ciencias, según he podido escuchar en Radio Clásica, apenas un 20% del alumnado toma notas a mano; el resto escribe en ordenador, tableta y hasta teléfono móvil.
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